El cuidado de los espacios
- Ester Güell
- 9 dic 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 16 feb 2022
Los espacios son inmensamente poderosos e importantes en nuestro día a día. Al igual que las personas, cada edificio, vivienda y estancia tiene sus dimensiones etéricas y su conciencia. También espacios abiertos como bosques, montes y playas cuentan con un potencial energético propio.
Los componentes físicos del espacio tienen que ver directamente con su constitución energética, así que no encontraremos el mismo tipo de energía en una fábrica (llena de elementos relacionados con los metales y la electricidad) que en un bosque (rico en elementos vinculados a la madera o al agua). Cada elemento tiene un patrón de vibración particular, que podemos asociar también a los componentes químicos del cuerpo físico que lo materializa. No existen elementos buenos o malos, ni mejores ni peores que otros, se trata de encontrar el equilibrio en la variedad.
Si pasamos a analizar qué aspectos tenemos en cuenta cuando valoramos la armonía de un espacio, como podría ser una vivienda, nos fijamos en el equilibrio y la relación entre los elementos que lo conforman. Así, tanto la cantidad como la disposición de los elementos son determinantes para el equilibrio energético de los espacios. Aparte de estos ítems, también son importantes las cualidades de los elementos, es decir las formas (muy importantes en la direccionalidad y fluidez de la energía) y los colores (cada color tiene una frecuencia diferente y por tanto aporta por resonancia una calidad energética específica en el elemento y el espacio), entre otros parámetros. El feng shui es una antigua técnica china que habla de estos aspectos en relación con los elementos naturales también, existen muchos recursos disponibles para ampliar la información sobre esta disciplina.
Otro aspecto a tener en cuenta en el equilibrio energético de un espacio son las cargas o memorias acumuladas. Tanto los objetos como los espacios absorben la energía que se proyecta. Los espacios interactúan y colaboran con los seres que viven en ellos, trabajan o transitan; son sensibles a todo lo que sucede en ellos y a su alrededor, por lo que resulta imprescindible cuidarlos. Pongamos un ejemplo sencillo para ilustrarlo:
“Si en el comedor de una casa hay discusiones intensas de forma muy repetitiva y prolongada en el tiempo, se genera una acumulación de energía vinculada a la ira, la frustración, el conflicto... que puede perdurar en el espacio y en la memoria de la vivienda. Si posteriormente a la vivencia de dolor no existe un ambiente de reconciliación y de voluntad de reparación de los daños generados es difícil disolver estas experiencias, así se va saturando el ambiente de una baja vibración que propicia que aún haya más discusiones.”
Lo mismo ocurre con los objetos, si asociamos un objeto a una emoción elevada (ej: una fotografía de un momento feliz) ésta se proyecta en el objeto y en el entorno. Lo mismo ocurre con las emociones bajas, por lo que si acumulamos muchos objetos con este tipo de memorias comprometemos el bienestar energético del espacio.
Algunas cargas de los edificios van más allá de las experiencias que vivimos o aportamos nosotros, son anteriores a nuestra llegada, tienen que ver con las personas que antes los habitaban, con presencias y elementos del entorno, otros planos o hechos históricos que habían sucedido en el espacio incluso antes de que construyeran el edificio que vemos actualmente.
El origen de algunas de estas cargas, especialmente si son de baja frecuencia, requieren la intervención consciente desde el plano sutil para sanarlas, eliminando sus pesos, cerrando sus portales y restableciendo el orden amoroso.
A continuación os comparto algunas prácticas básicas que todo el mundo puede aplicar y considero útiles para mejorar la calidad de los espacios.
¿CÓMO CUIDAR MI CASA O MI PUESTO DE TRABAJO?
El orden es el principio básico para permitir fluir la energía en una estancia.
La limpieza es necesaria más allá del propio sentido de higiene: un espacio sucio difícilmente contará con una alta vibración.
Evitar acumular objetos deja espacio para lo nuevo.
Hacer de la casa un hogar y del sitio donde trabajas Tu sitio de trabajo es una responsabilidad. Tal y como dice Marie Kondo, autora de varios libros sobre el orden, es importante llenar la casa de felicidad y esto lo conseguiremos también procurando que haya objetos llenos de cariño para nosotros en cada estancia.
Es importante subir bien las persianas para dejar entrar la luz natural en el edificio, la luz del sol recarga las estancias y colabora en la activación del chi. Es importante que no haya habitaciones con las persianas siempre bajadas. Una bola de feng shui puede ayudarle a dispersar la luz y renovar la energía de los espacios.
Los colores claros por su propia vibración elevan la frecuencia de los espacios; el blanco es el color más elevado, ya que contiene todas las vibraciones en sí mismo, esto lo podemos apreciar en la descomposición de la luz. Asimismo, toques de colores más intensos aportan otras propiedades a los espacios, es necesario realizar una valoración específica de cada caso.
Las plantas son buenas compañeras de viaje, nos ayudan a subir la vibración de los espacios y algunas son especialmente buenas en la limpieza ambiental (ej: spathiphyllum es una de las plantas de interior más purificadoras del aire o el potus para espacios donde hay mucha gente como salas de conferencias, aulas, oficinas grandes…).
Ventilar ayuda a renovar la energía de los espacios, es importante hacerlo todos los días. Es especialmente interesante ventilar los días que llueve, puesto que en los días de lluvia la renovación energética es mucho más intensa.
La música es vibración y como tal tiene un efecto directo en la calidad energética de donde nos encontremos. Escuchar frecuencias elevadas o música que nos produzca alegría en casa, promoverá un estado de bienestar en ella.
Quemar incienso o palo santo de vez en cuando contribuye a la limpieza energética de los espacios.
(canalización original: catalán)

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